Lenguaje de viajando conmigo

Siempre me ha gustado el lenguaje de la palabra escrita, de las imágenes que rondan el mundo en silencio, del amor que se expresa con dulzura, de los pinceles que difuminan colores a través de las almas, de las sensaciones de los olores cuando se cierran los ojos, del roce de la persona amada… Viajando conmigo es una bitácora por el mundo de mis sensaciones… me acompañas?

Solo puedo decir que cada nuevo destino con billete de vuelta, me enseña un pedazo de mi que desconocía.


Tam Coc

Y para terminar con Vietnam y sus motos la última excursión antes de marchar al siguiente país fue a Tam Coc y sus alrededores. Aquel día después de llegar de Sapa y pasar la noche en tren, nos esperaba un coche para mostrarnos el mercado de las flores que abre de cuatro a seis de la mañana, puesto que cuando empieza a salir el sol las flores empiezan a marchitarse.

Después de llegar al hotel y de medio ducharnos nos fuimos en una furgoneta en la que íbamos un poco apretados, cuando salimos del hotel empezó la ruta en la búsqueda de otros turistas como nosotros. Otra vez estábamos en las carreteras vietnamitas entre bicicletas, transeúntes, motos y grandes camiones, todos conduciendo como mejor les parecía. Tam Coc antiguamente era la capital de Vietnam, hasta que el emperador de la época soñó con un dragón que le indicaba que debía mudar la capital a Hanoi (y así fue).

Cuando llegamos llovía un poco y en la salida del coche nos esperaban un cúmulo de gente vendiendo chubasqueros y como la ley de Murphy no falla aquel día íbamos totalmente de verano pensando que haría un sol radiante. Así que no nos quedó de otra que tras el agobio y la insistencia de “cómprame, cómprame, cómprame” (supongo que es lo que decían en vietnamita) compramos dos chubasqueros que al final nos vino muy bien porque justo aquel día hacía una brisa un poco fría.

La primera visita fue a los templos del emperador y la segunda a las cuevas de Tam coc, donde nos esperaban una barca con dos “remeras” que increíblemente remaron sin parar tres horas y cuando se le cansaban los brazos remaban con los pies.



Antes de subir a la pequeña embarcación el guía nos indicó que si nos ofrecían productos a la venta y no queríamos comprar que simplemente dijéramos que no. Situación difícil porque si una cosa tienen los vietnamitas es que son bastante insistentes al punto de volver loco a cualquiera, pero en esta ocasión me llené de valor, fuerza y antipatía (lamentablemente pero era necesario) para no comprar nada, empezó el viaje a través de un lago lleno de flores y un paisaje hermoso
y tal como se nos dijo en medio del camino se detuvo otra barca a nuestro lado dejo un paquete de mercancía para la venta y continuamos, después de una hora y poco mas de remar una de las chicas nos ofreció mercancía, antes de que la situación explotase ya venía diciéndole a mi compañero de travesía que me lo dejara a mi, que ni hablara (jajajaja), así que cuando la mujer sacó los manteles que parecían de la época de matusalén le dije que no, no paro de insistir mientras yo seguía diciendo no, se lo dije de mil maneras, sonriendo, seria, ignorándola, y hasta que entendió, no puso muy buena cara, pero si algo tenía claro era que no compraría algo que luego no me serviría de nada y que terminaría tirando a la basura y sin encontrar a quien regalarlo. En fin que entre paseo y paseo y agacharme por lo menos seis veces para pasar entre cuevas, tres horas mas tarde terminó el paseo, evidentemente le dimos propina a las mujeres y después de la cara larga que traía de regreso ante mi negativa, se le dibujo una sonrisa de agradecimiento…
Con este día acabó nuestro paseo por el norte de Vietnam, y lo que mas lamenté de todo al estar en aquel país fue sentirme con cara de “dólar” ante los ojos de una gente que definitivamente parecen geniales. Debo concluir también que aquel país me enseñó que definitivamente en occidente somos muy intolerantes con todo lo que nos rodea. Aquellos lugares me enseñaron la cara feliz de una niña jugando con una ponchera, entre risotadas, barro e inocencia, las risas inocentes de unas mujeres que no conocían otro mundo más que los cultivos de arroz, la paciencia de la gente entre tanto desastre y una aptitud generalizada que por estos lados son difíciles de encontrar; “esto es lo que tengo, esto es lo que soy, y estoy bien por ello”.

1 comentario:

Carlota dijo...

Muy interesante tu reflexión final, Nany...me encanta tu blog, porque además nos descubres sitios, no los turísticos al uso, sino sitios a los que a mí no se me hubiera ocurrido ir, si no hubiera visto tu relato. Gracias, guapa.

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